Aproximación
a los valores del educador ambiental
Approach to environmental educator values
Daemar Ricardo Marrero1*
Isidro E. Méndez Santos1
1 Centro de Estudios de Gestión Ambiental. Universidad de Camagüey. Cuba
* Autora para la correspondencia: daemar.ricardo@reduc.edu.cu
RESUMEN
Se fundamenta
la concepción teórica general de la educación axiológica
en el contexto del sistema de enseñanza de postgrado para la formación
de educadores ambientales. Se aplicaron los métodos del nivel teórico
analítico-sintético, inductivo-deductivo, histórico-lógico
y ascensión de lo abstracto a lo concreto, con la intención de
sistematizar información proveniente de la bibliografía consultada
y de la experiencia profesional de los autores. Se defiende la idea de considerar
la existencia de una dimensión ambiental de valores universales, en lugar
de hacer referencia a valores estrictamente ambientales. Se enfatiza en la importancia
que, para la educación, adquiere la estimulación de la actividad
valorativa del sujeto, a partir de una noción precisa del sistema de
virtudes y fortalezas del carácter. Se identifican cinco valores básicos
a desarrollar en el educador ambiental (la sensibilidad, la tolerancia, la lealtad
solidaria, la responsabilidad, la participación cooperativa y la dignidad),
para asegurar, desde el punto de vista axiológico, su desempeño
en la preparación de diferentes sectores sociales y consolidar la necesaria
contribución de los mismos a la sostenibilidad ecológica.
Palabras clave: educación ambiental; dimensión ambiental; valores ambientales; dimensión ambiental de los valores; educador ambiental.
ABSTRACT
In this paper
a general theoretical conception of axiological education is systematized in
the context of the postgraduate educational system in the training of environmental
educators. Methods of the theoretic level (analytical-synthetical, inductive-deductive,
historic-logician and ascension from abstractness to concrete) to systematize
information obtained from the bibliography and from the vocational experience
of the author. The category value is analyzed aimed at using it unilaterally
from the environmental perspective and it is concluded that it is much more
objective, from the theoretical point of view, to assume the existence of an
environmental dimension of universal values rather than of strictly environmental
values. It emphasizes on the importance of the stimulation of the person's valuating
activity for education, from a precise notion of the system of virtues and character
strengths. Five basic values are identified (sensitivity, tolerance, solidarity
loyalty, responsibility, cooperative participation and dignity) to be developed
in an environmental educator to ensure, from the axiological point of view,
his performance in the preparation of different social sectors to strengthen
their necessary contribution to ecological sustainability.
Keywords: environmental education, environmental dimension, environmental values, environmental dimension of values, environmental educator.
Recibido: 4/6/2018
Aprobado: 12/3/2019
Introducción
La educación ambiental forma parte de la educación integral del individuo, siendo el educador quien desempeñe un rol preponderante en el actuar como mediador intelectual, afectivo y moral, que permita cambios de actitudes en los sujetos implicados.Razón por la cual el perfeccionamiento de la educación ambiental exige de la preparación de profesionales idóneos para dirigir el proceso en los diferentes escenarios donde puede ser implementada.(1,2)
Algunas universidades
han optado por formar, a tal efecto, un profesional especializado,(3,4) tendencia
a la cual se adscribe la Universidad de Camagüey (Cuba), donde se ha concebido
un educador ambiental de perfil amplio, forjado en el cuarto nivel de enseñanza,
capaz de desempeñarse no solo dentro de la institución escolar,
sino también desde la sociedad civil, los medios de comunicación
y otras entidades dedicadas a la investigación, la producción
y los servicios.(5,6)
Las cualidades
a desarrollar en el educador ambiental, son actualmente debatidas en el contexto
académico universitario.(7,8) Los valores, en tanto cualidad más
generalizadora en la esfera actitudinal, son objeto de especial atención
en ese marco, pues no se trata sólo de que el profesional los incorpore
y los ponga de manifiesto en sus modos de actuación (lo cual resulta
esencial pues está llamado a educar, ante todo, con el ejemplo), sino
que, como parte de su formación, se prepare también para desarrollarlos
o fortalecerlos en los sujetos con los cuales interactúe.
En relación
con la formación valores en el contexto ambiental, es posible distinguir
en la literatura especializada algunos temas controversiales y otros que han
sido poco abordados. Se habla frecuentemente de valores ambientales, cuando
en realidad sólo se contextualizan aquellos que son de alcance universal
a la apremiante situación actual relativa al entorno; la ética
que le sirve de base se identifica indistintamente como ecológica, ambiental
o del ambiente. Escasa atención se ha prestado a la importancia que en
este contexto adquiere el desarrollo de la actividad valorativa del sujeto y
a las virtudes y fortalezas del carácter que subyacen en la base de la
cualidad que se pretende formar.
Con la presente
contribución se pretende establecer los presupuestos teóricos
básicos para potenciar los valores del educador ambiental, así
como, profundizar en las relaciones que se van generando entre formación
axiológica y ambiental, que puedan ser inherentes a toda la educación
superior.
Desarrollo
Educación
y formación ambiental son dos categorías estrechamente relacionadas,
pero que difieren cualitativamente. La primera está llamada a desarrollar
en todos los sujetos cualidades cognitivas, procedimentales y actitudinales,
para modelar su cultura en relación con el ambiente en el cual interactúa.
La segunda, por su parte, se proyecta a desplegar nuevas formas de interpretar
el medio ambiente e intervenir en él, para garantizar su conservación
y la existencia humana.(9,10) Contrario a lo que pudiera pensarse, esta última
debe hacerse también de manera masiva, pues la conservación y
manejo sostenible del entorno requiere sin distinción, de la contribución
individual de todos los ciudadanos. Entendidas así, la formación
ambiental es sólo una de las tantas aristas de la educación ambiental.
Por su parte,
la educación axiológica constituye un proceso de aprehensión
y construcción personal de la cultura, que se fundamenta en la actividad
valorativa, al considerar la significatividad como sustento esencial de los
sistemas teóricos relacionados con los valores, donde las actuaciones
y las motivaciones, articulan con el sustento ideológico y las influencias
del contexto.(11)
La relación
entre la educación ambiental y axiológica, debe ser analizada
no sólo desde referentes cognitivos, afectivos y actitudinales, sino
también desde aquellas posiciones teóricas y praxiológicas
que se configuran como resultado de su interacción. Por
lo tanto, a los efectos del presente artículo, resulta necesario tener
en cuenta los fundamentos éticos de la educación axiológica
y ambiental, el desarrollo de la actividad valorativa como premisa indispensable
para dicha educación; considerar las virtudes y las fortalezas del carácter
como sustento esencial, así como definir la orientación general
que tendrán los valores.
Fundamentos
éticos de la educación axiológica y ambiental
Entre los
elementos que median entre la estructura y funcionabilidad del medio ambiente,
se encuentran la conducta de los sujetos que determina su comportamiento, la
cual está regulada, entre otras cosas, por la moral, que se desarrolla
a su vez sobre la base de una determinada reflexión ética. Etimológicamente,
los términos ética y moral guardan relación con aquello
que se refiere al modo de ser adquirido, al poner en práctica formas
de actuación que se consideran correctos.
Se asume
entonces como Ética a la teoría o filosofía de la moral
y esta, a su vez, constituye el conjunto de reglas, normas de convivencia, patrones
de conducta, valores e ideales de vida, que regulan la conducta humana y expresan
los intereses de una clase social en un momento histórico concreto.(12)
A los efectos
del tema que se analiza en el presente artículo, habría que dirigir
la atención a que se trata de una ética ambiental(12,13,14,15)
y no ecológica o del ambiente, como aparece en muchas de las obras consultadas.(16,17)
Lo ambiental desborda lo ecológico y considerar ambos términos
como sinónimos, conduciría a minimizar su connotación.
La ecología aporta información básica para formular juicios
de valor, pero esto último sólo le corresponde a la ética
ambiental,(18) que es quien tiene función normativa.
El criterio
ético fundamental que regula esta disciplina es el respeto al ser humano,
a sus derechos inalienables, a su bien verdadero e integral: la dignidad de
la persona. Baste con asumir que la dignidad del sujeto depende de todos aquellos
elementos que conforman su medio ambiente (con los cuales tiene necesariamente
que interactuar) y que cualquier daño a ese entorno lacera también
el decoro del hombre.
La ética
ambiental como una rama de la Ética, se dedica a reflexionar sobre el
comportamiento del hombre en el medio ambiente, en tanto su elemento más
activo. Para la comprensión de las relaciones ambientales en sistema
(funcionabilidad), no se pueden estudiar sus elementos aisladamente (estructura)
y entre ellos, la evolución del comportamiento moral del individuo en
la sociedad, es necesario comprenderla en la lógica general del movimiento
de esa estructura, a partir de sus relaciones.
Desde una
posición axiológica, al considerar la ética ambiental como
parte de la teoría de la personalidad moral, se debe atender al diálogo
con la realidad, con los sujetos implicados y con la tradición, vistos
a su vez, en condiciones ideales (juicio moral), en situaciones contextuales
(comprensión) y consigo mismo (autorregulación).
En todo ello
median los sentimientos,(19) que son el detonante de los primeros juicios intuitivos
sobre los hechos que ocurren o que simplemente se perciben. El dolor, la culpa,
la indignación o la humillación, son solo algunos los que están
en la base de los procesos de comprensión, pero juegan también
un papel importante en la resolución de los problemas morales concretos
y contextualizados a los que se enfrentan los sujetos. Tal es el caso del cuidado,
la atención, la piedad, la benevolencia, la solidaridad y el amor.
Estos sentimientos,
junto a criterios de justicia y equidad, intervienen cuando se intentan solventar
conflictos morales. La autorregulación tiene una vertiente externa que
recae en todos aquellos que reciben los beneficios o perjuicios de la conducta
humana, pero también un plano interno que enfrenta a cada sujeto consigo
mismo y que desencadena reacciones de rechazo o de aprecio de su propia imagen
y conducta. Mantener un comportamiento deseado es una fuente constante de autorreconocimiento
y de bienestar interno, que actúa como elemento motivador clave.
Vistos desde
la perspectiva del medio ambiente, los componentes de la personalidad moral
median en la lucha de la humanidad por su supervivencia,(20) de manera que esta
última no se alcance en conflicto pernicioso con las restantes especies
vivientes y el medio en general. Para ello hay que promover la identificación
y evaluación de valores propios, así como su coherencia con los
ideales del sujeto y con los estándares establecidos socialmente (en
permanente perfeccionamiento como resultado de la reflexión ético
ambiental). Ello debe llevar a revisar actitudes y comportamientos.
En ello juegan
un importante papel los principios éticos o valores universales, tales
como el respeto, la tolerancia y la responsabilidad, por sólo mencionar
los más importantes. Se necesita además de otros referentes axiológicos
imprescindibles para una relación efectiva con el ambiente en su totalidad
y con procesos que en él se desarrollan y de promover una nueva condición
humana que actúe como elemento dinamizador, como sensor; que permita
contextualizar la reflexión ética y modificar conductas al más
breve plazo posible. Este papel está reservado a la articulación
entre la educación ambiental y axiológica, para desarrollar la
actividad valorativa del sujeto en relación con su propia interacción
con el medio ambiente.
El desarrollo
de la actividad valorativa; premisa indispensable para la educación axiológica
ambiental
La actividad
valorativa del sujeto debe ser analizada en el contexto de la necesidad de educar
al hombre y perfeccionar el comportamiento ciudadano. Como punto de partida,
se asume su naturaleza compleja, pues el valor surge de la necesaria relación
sujeto - objeto, por lo que se configura en el plano objetivo y subjetivo, en
tanto tiene un carácter marcadamente situacional y cambiante.(21)
Cada valor
se conforma, a partir de las características del medio exterior que circundan
al individuo y de sus intereses vitales. El acto valorativo exhibe tres componentes:
- El objeto
que es valorado (dimensión objetiva)
- El sujeto
que valora (dimensión subjetiva).
- La actividad
del sujeto, por medio de la cual este se pone en relación con el objeto
(valoración).
Es necesario
entender los valores como parte constitutiva de la propia realidad natural y
social, como una relación de significación entre los distintos
procesos o acontecimientos de la vida social y las necesidades e intereses de
la sociedad en su conjunto. En otras palabras, cada objeto, fenómeno,
suceso, tendencia, conducta, idea o concepción; cada resultado de la
actividad humana, desempeña una determinada función en la sociedad,
adquiere una u otra significación social, a la vez que favorece u obstaculiza
el desarrollo progresivo de la sociedad cambiante.
A los efectos
del tema analizado, el objeto valorado lo constituye el medio ambiente en toda
la complejidad de su estructura y función, donde lo social ocupa un lugar
significativo. Si se tiene en cuenta que esos escenarios sufren modificaciones
sustanciales con regularidad,(22)se comprende que el acto valorativo en este
contexto se caracteriza por la dinámica de su transformación.
Es en el
sujeto donde se desarrolla esa significación natural y social, que constituye
el valor objetivo, pues es en la conciencia individual donde es reflejada. En
dependencia de los gustos, aspiraciones, deseos, necesidades, intereses e ideales,
cada sujeto social valora la realidad natural de un modo específico.
Como resultado de este proceso de valoración, conforma su propio sistema
subjetivo de valores, relativamente estable, el cual actúa como patrón
o standard, que regula su conducta y través de cuyo prisma, valora cualquier
objeto o fenómeno.
Esos valores
subjetivos pueden poseer mayor o menor grado de correspondencia con el sistema
objetivo de valores, en dependencia, ante todo, del nivel de coincidencia de
los intereses particulares del sujeto con los intereses generales de la sociedad
en su conjunto. Al mismo tiempo, los intereses están vinculados al lugar
que ocupa el sujeto en el sistema de relaciones sociales y a la posición
de los grupos humanos dentro de la sociedad. Ante un mismo fenómeno hay
intereses diversos que mueven a los distintos sujetos.
A los efectos
del presente estudio, el sujeto se identifica como el educador ambiental y su
sistema subjetivo de valores se desarrollará en íntima relación
con las cualidades y problemas que enfrenta el medio ambiente como objeto. A
ello hay que sumar la dimensión instituida que complementa lo que se
ha dado en llamar, pluridimensionalidad de los valores.(23) Resulta de la generalización
de determinadas escalas subjetivas existentes en la sociedad o de la combinación
de varias de ellas. Por lo general, el sistema institucionalizado de valores
se expresa a través de la ideología oficial, la política
interna y externa, las normas jurídicas, el derecho, la educación
pública y otras vías. Por supuesto, ese sistema estipulado de
valores, siempre se presenta a sí mismo como universalmente valioso,
es decir, como bien común o bien general, pero no siempre lo es en realidad.
Puede coincidir con los valores subjetivos en la medida en que se corresponda
con las interpretaciones sociales predominantes.
Desde el
punto de vista ambiental, la dimensión instituida se reconoce en el sistema
de documentos que definen la política ambiental del país, sus
leyes, regulaciones, estrategias, programas, planes de acción, etc. La
valoración, en tanto actividad que media entre sujeto y objeto, se caracteriza
por el nivel de significatividad, que para el primero adquieren los componentes
del medio ambiente, a partir de las vivencias, experiencias, intereses, necesidades
y motivos, que conforman su subjetividad.
En el plano
individual, para la actividad valorativa, adquiere gran importancia la integralidad
sensible del sujeto,(12) la cual constituye aquel rasgo de la personalidad que
se perfila a partir de la interacción sistémica entre la eficacia
con que se capta sensorialmente la realidad, la precisión con que se
responde a motivaciones y vivencias afectivas, la valoración que se hace
de la significación espiritual que adquieren para sí los elementos
del entorno y el celo con que se evita la transgresión de los principios
y valores asumidos.
En el propio
acto valorativo del sujeto, interviene su espiritualidad, donde la empatía,
el altruismo y las virtudes, conllevan a manifestaciones conductuales acordes
con los principios morales y las normas asumidas. Si se tiene en cuenta que
los valores son resultado de realidades personales desarrolladas en el ámbito
subjetivo, se comprenderá que la educación no debe orientarse
a enseñar un determinado sistema de valores, sino de facilitar los procesos
personales de valoración.
Cada educador
ambiental debe definir los valores que quiere hacer suyos, mediante procesos
individuales de reflexión y autoanálisis, que lo sensibilicen
individualmente, superando condicionamientos y presiones sociales negativas.
Debe a su vez, trabajar en función de que los individuos desarrollen
orientaciones valorativas propias, que le permita apreciar de manera consciente
y al más alto grado, los fundamentos de la cultura ambiental. Lograr
esa meta en la sociedad, constituye el fin más elevado de la educación
ambiental.
Para el
desarrollo de esas orientaciones valorativas propias hay que tener en cuenta
las virtudes y fortalezas del carácter, que sirven de base a la educación
axiológica del sujeto. La palabra virtud, del latín virtus, igual
que su equivalente griego, areté, significa literalmente cualidad excelente,
disposición habitual a obrar bien desde el punto de vista moral. Se define
también como el hábito o disposición del alma para las
buenas acciones; disposición o capacidad adquirida, por el ejercicio
y el aprendizaje, de hacer lo que es moralmente bueno.
Las virtudes
se han analizado desde posiciones filosóficas, psicológicas y
teológicas. En ocasiones se les ha visto como hábitos,(24) pues
tanto el hacer bien, como el mal obrar, forman costumbres o inclinaciones en
el espíritu, es decir, hábitos y es a la manifestación
positiva de estos últimos a lo que se denomina virtudes.
La idea de
que las virtudes constituyen hábitos viene desde la época de Aristóteles
y parte de que estos últimos son comportamientos que se repiten, o sea,
formas de actuar estables. Por tanto, la virtud moral hay que conquistarla en
el día a día, habituándose a actuar bien, repitiendo actos
generosos o sinceros y es esa constancia lo que convierte al sujeto en bueno,
sincero, honrado, entre otros.
Las virtudes
y fortalezas del carácter son tomadas indistintamente como una cosa u
otra, por diferentes autores, en dependencia del término que utilicen
para denominar lo que consideran más general y más específico.
A los efectos de los resultados que se socializan en el presente artículo,
se siguió el criterio de Peterson y Martin,(25) quienes asumen que son
las fortalezas del carácter quienes tributan a las virtudes.
Se reconocen,
por tanto, seis virtudes básicas (sabiduría y conocimiento, coraje,
humanidad, justicia, templanza y transcendencia) y 24 fortalezas del carácter
(creatividad, curiosidad, apertura mental, amor por aprender, apertura/sabiduría,
valentía, persistencia, integridad, vitalidad, amor, amabilidad, inteligencia
social, participación ciudadana / responsabilidad social / lealtad/trabajo
en equipo, justicia, liderazgo, perdón/piedad, humildad/honestidad, prudencia,
autorregulación / autocontrol, apreciación de la belleza/excelencia,
gratitud, esperanza, humor/jovialidad y espiritualidad / sentido del propósito/
coherencia).
La educación
axiológica de los educadores ambientales debe prestar atención,
desde el punto de vista epistémico, a las principales fortalezas del
carácter y virtudes del sujeto: La
sabiduría y el conocimiento, es una virtud que resulta especialmente
necesaria, dada la complejidad del medio ambiente como sistema, lo cual hace
particularmente difícil la toma de acertadas decisiones para la gestión
ambiental y las acciones educativas derivadas de ella. Entre las fortalezas
que sostienen dicha virtud, se encuentran: la creatividad, curiosidad, apertura
mental, amor por aprender y apertura en la perspectiva analítico-sintética.
El coraje
constituye una virtud que le posibilita al educador ambiental, contar con la
integridad necesaria para enfrentarse a situaciones delicadas en el ámbito
socioambiental. Dentro de las fortalezas más reconocidas que le tributan,
se identifica a la: valentía, persistencia, integridad y vitalidad.
La humanidad
es la virtud que permite al educador ambiental interactuar con el medio ambiente
desde posiciones humanistas, pero no antropocéntricas. La generosidad
y la participación afectiva deben dejar de mediar solamente en las relaciones
que se producen entre personas, para extenderse a aquellas que establecen estas
últimas con las demás especies vivientes, otros componentes físicos
y químicos del medio ambiente, así como las cualidades que lo
tipifican como sistema (ciclos, flujos, tendencias evolutivas y la autorregulación,
entre otros). Entre las fortalezas que más sobresalen en este sentido
están la sensibilidad, la empatía, el altruismo, el amor, la amabilidad
y la inteligencia social.
Por su parte,
en el educador ambiental, la justicia puede ser vista como virtud o como fortaleza.
Le posibilita actuar ante el medio ambiente, especialmente en el enfrentamiento
y mitigación de los problemas que lo afectan, en correspondencia con
las normas legales establecidas y promover constantemente el respeto ambiental.
La participación ciudadana, la equidad y el liderazgo, constituyes fortalezas
que se supeditan a dicha virtud. La
templanza, para el educador ambiental, puede ser vista también como virtud
o como fortaleza. Los mecanismos de autorregulación de su conducta, resultan
vitales para comportarse en situaciones socioambientales delicadas, sin dejar
de educar con el ejemplo y sin perder el liderazgo. Fortalezas como: perdón
y piedad, humildad y honestidad, prudencia, auto-regulación y autocontrol
se subordinan a ella y la nutren.
La transcendencia
es otra de las virtudes que el educador ambiental debe incorporar, pues está
obligado a ir más allá de su propia experiencia, con un sentido
más profundo de significado y propósito, en función del
medio ambiente. La valoración de la significación espiritual que
adquieren para sí los elementos del entorno y el celo con que evite la
trasgresión de los principios y valores asumidos, serán determinantes
en su actuar como educador. Entre
las fortalezas que contribuyen a ella, están: la apreciación de
la belleza y la excelencia, gratitud, esperanza, entusiasmo, espiritualidad,
sentido de propósito y coherencia.
Otras virtudes,(24)
que deben ser también tenidas en cuenta para la educación axiológica
del educador ambiental, son: amistad, comprensión, flexibilidad, fortaleza,
generosidad, humildad, justicia, laboriosidad, lealtad, obediencia, optimismo,
orden, paciencia, patriotismo, perseverancia, prudencia, pudor, respeto, responsabilidad,
sobriedad, sociabilidad. La fe, la esperanza y la caridad deben caracterizar
igualmente a este profesional, más allá de toda connotación
religiosa.
Desde una
perspectiva sistémica, las cualidades descritas, interactúan constantemente
con las necesidades que experimenta el sujeto (autonomía, libertad, participación,
autorrealización, afecto, amor; o de tipo fisiológico, psicosocial
y cultural), que conforman un complejo entramado de resortes que compulsan en
comportamiento humano. La educación axiológica debe mediar entre
virtudes y fortalezas de un lado y la tendencia del individuo a satisfacer sus
carencias a cualquier precio, de otro, para lograr que el educador ambiental
pondere, en todo momento, el obrar bien desde el punto de vista moral.
De acuerdo
con lo comentado en párrafos anteriores, es evidente que las virtudes
y fortalezas del educador ambiental, constituyen un reflejo de su sistema de
valores. Resulta necesario entonces definir la orientación general que
tendrán estos últimos.
¿Valores
ambientales o dimensión ambiental de los valores?
Muchas de
las obras consultadas como parte de la investigación que se socializa
en el presente artículo, hacen referencia al término valores ambientales.
Autores como: Leiva,(24) González y Figueroa,(26)
Nuévalos,(27) Mariamón, (28) y Caduto(29) utilizan
el término ambiental para calificar diferentes valores, al referirse
al proceso mediante el cual se educa; Proenza(30) ha considerado al respeto
y la responsabilidad ambiental como valores profesionales en el sistema educativo,
con énfasis en la educación Secundaria Básica; Nuñez(31)
trabajó en función de fortalecer el valor responsabilidad ambiental,
enfatizando en que los individuos actúen en correspondencia con el sentido
del deber ante sí mismo, la sociedad y la naturaleza.
Sin embargo,
la responsabilidad y el respeto son valores universales, en los que se incluyen
lo que al medio ambiente concierne. En el análisis realizado en el marco
de la investigación no se encontró ningún valor que sea
estrictamente relativo al entorno, por lo tanto, cuán correcto es hablar
de valores ambientales.
Los valores
constituyen creencias ligadas a la propia existencia del sujeto y a su actividad
práctica, que expresan, en última instancia, el significado que,
por consenso, se le atribuye a los diferentes principios, objetos y fenómenos
de la realidad, en una formación económica - social concreta.
Tales credos condicionan sentimientos y actitudes, regulan conductas, contribuyen
a establecer rumbos, y a fijar fines, así como a encontrar un sentido
de vida. La manifestación de esas actitudes, actuaciones y comportamientos
se producen en el contexto de las relaciones morales y condicionan las relaciones
interpersonales, al expresar el aspecto afectivo y exaltar la sensibilidad que
puede existir entre los seres humanos y para con la sociedad en general.
Tanto los
valores como las virtudes y fortalezas del carácter se derivan de componentes
cognitivos, afectivos y éticos, entre otros. Es la Filosofía como
ciencia, la que aporta el aparato conceptual y metodológico de alcance
universal para su estudio, lo cual ha derivado en una ciencia particular; la
axiología.(23) No obstante, los valores son estudiados también
desde la perspectiva de la Psicología, la Sociología y la Pedagogía.
En ese contexto,
se les ha dado a los valores visiones diferentes, al enfocarlos al progreso
moral, elevación del humanismo y perfeccionamiento social,(32) o contextualizarlos
a una profesión determinada,(33) tendencia en la cual se abordan aquellos
orientados al desarrollo de una conciencia económica,(34) por solo citar
un ejemplo.
Como es lógico,
la importancia que ha adquirido la problemática ambiental en la época
contemporánea, ha motivado que los valores sean estudiados también
desde dicha perspectiva. Este contexto no sólo constituye un marco propicio
y específico para la educación en valores, sino que perfila un
nuevo escenario para la reflexión axiológica.
Diversas
han sido las posiciones teóricas asumidas, en relación con la
educación axiológica en su vínculo con lo ambiental en
las obras citadas con anterioridad:
- Prestan
especial atención a la crisis de valores personales, en que lo ambiental
es sólo un componente, así como a la necesidad de lograr que la
sociedad en su conjunto adopte valores y conductas sociales y personales, que
beneficien también al entorno.
- Se reconoce
el papel esencial que deben desempeñar los educadores ambientales, pues
constituyen los principales agentes para trabajar a favor del fortalecimiento,
refuerzo y promoción de valores positivos, que beneficien también
al entorno.
- Insisten
en el desarrollo de la responsabilidad individual y colectiva, con un carácter
valorativo y normativo a nivel de la conciencia, para participar en la solución
de los problemas ambientales.
- La formación
de una actitud ambiental responsable, es asumida como la predisposición
de las personas a cumplir con el deber de conservar el medio ambiente.
Los valores
universales constituyen la expresión más general de esas creencias
en relación con los fenómenos de mayor alcance en la realidad.
El medio ambiente y los problemas asociados a él, forman parte del contexto
universal en que se generan significados que llegan a ser asumidos por consenso.
Pero no sólo es este último quien origina sentimientos de responsabilidad
y respecto, por importante que sea la contaminación ambiental, la pérdida
de la biodiversidad y de la cobertura forestal, las carencias y dificultades
con el manejo, la disponibilidad y calidad del agua, los impactos del cambio
climático y el deterioro de las condiciones higiénicas de los
asentamientos humanos, entre otros problemas actuales.
Los problemas
antes descritos, sólo intervienen en la toma de conciencia del sujeto,
como parte de su proceso de valoración y el reordenamiento de sus metas,
de manera que su conducta sea consecuente con las circunstancias en un contexto
ambiental dado. Por tanto, los valores que han sido denominados como ambientales,
no son otros que los universales, sostenidos por una sociedad, en correspondencia
con su cultura, ideología y tradiciones. Sólo que en este contexto
adquieren sus propias particularidades, en tanto se trata de la relación
del hombre con el medio ambiente, desde la posición de gestor responsabilizado
con la mitigación y solución de conflictos en este ámbito.
Es por ello
que, a los efectos del sistema de enseñanza de postgrado para la formación
de educadores ambientales, implementado por la Universidad de Camagüey
Ignacio Agramonte Loynaz, se considera más apropiado referirse a la dimensión
ambiental de los valores. Aspecto que puede aplicarse bajo estos mismos referentes
a otras universidades.
La categoría
dimensión ambiental, se asume como orientación, enfoque, recurso
y contenido.(35-38) Expresa el carácter sistémico de un conjunto
de elementos orientados al medio ambiente, en sus vínculos con el desarrollo,
de manera que las funciones o comportamiento de unos, pueden modificar a los
otros. Desde el punto de vista educativo, se trata de un sistema de conocimientos,
habilidades, actitudes y aptitudes, conscientemente diseñado y contextualizado.
Todo lo anterior
permitió definir la dimensión ambiental de los valores como una
orientación del proceso de educación axiológica, que desarrolla
las virtudes del sujeto a partir de las fortalezas, en su interacción
con el entorno natural y social, desde una perspectiva estructural (organismos
vivos, atmósfera, suelo, agua, nutrientes, construcciones humanas) y
funcional (procesos, flujos, tendencias evolutivas), para favorecer la comprensión
subjetiva de la realidad y estimular procesos personales de valoración,
que regulen su conducta y se expresen en sus competencias, como unidades de
desempeño.
La definición
anterior, que constituye una novedad teórica aportada por el presente
artículo, permite reconocer cuatro componentes básicos la dimensión
ambiental de los valores: lo ambiental, lo valorativo, lo psicológico
y lo pedagógico.
- Lo ambiental
comprende el análisis del medio ambiente en sentido amplio, que dé
cabida a su estructura y funcionabilidad y donde la educación forme parte
de la gestión, desde la perspectiva del desarrollo sostenible.
- Lo psicológico
tiene en cuenta la aprehensión de la realidad y su reflejo en la psiquis
humana.
- Lo valorativo
atiende a que esa realidad adquiera para el sujeto significado y sentido personal,
sobre la base de sus propias vivencias.
- Lo pedagógico
se refiere a la educabilidad de los valores. El proceso educativo debe conducir
al sujeto a transformarse a sí mismo y a valorar el medio con el cual
interactúa.
La convergencia de objetivos entre educación axiológica y la educación ambiental, ha sido identificado como educación axiológico - ambiental.
Conclusiones
El fundamento
filosófico de la moral, que sirve de base a la educación axiológica
del educador ambiental requiere ser asumido como ética ambiental y no
ecológica o del ambiente, así como priorizar la facilitación
de los procesos personales de valoración. La
educación de la personalidad moral de ese educador, se beneficiaria de
los resultados de la reflexión ética ambiental, necesita asumir
como metas: su reconocimiento de sí mismo, la adaptación, incorporación
de elementos culturales (valores normativos deseables), así como la adquisición
procedimental (capacidad para el juicio, comprensión, autorregulación,
formas para el diálogo, capacidad de transmitir, pluralidad y democracia).
Los objetivos deben centrarse en educar los valores universales, con dimensión ambiental, concebidos en un sistema que integra las virtudes y fortalezas del carácter, así como el conocimiento actualizado y valoración del entorno, en estrecha relación con elementos afectivos y conductuales, que conlleve a desarrollar entre otros valores a la sensibilidad, la tolerancia, la lealtad solidaria, la responsabilidad, la participación cooperativa y la dignidad.
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Conflicto
de intereses
Los autores declaran que no poseen conflicto de intereses respecto a este texto
Ricardo
Marrero. Doctora en Ciencias Pedagógicas. Profesora
Titular.
Méndez Santos. Doctor en Ciencias Biológicas. Profesor Titular.